Mudasir tiene solo 23 años, aunque parece mayor. Sin duda, cuando te cruzas con el, te deslumbran sus ojos, como dos piedras preciosas que te atraviesan sin piedad. Es imposible no verlo. Pero su mirada transmite nostalgia.
Está sentado frente la pequeña tienda de fulares y complementos de la india que regenta, en un callejón de Pokhara que te lleva directamente al lago Fewa. Lleva un año viviendo en Nepal. Huyó de su tierra, Cachemira, en el norte de la India, una región en continuo y perpetuo conflicto entre este país y Pakistán. Sus rasgos son aguileños, propios de la zona, pero con una sutileza que los hacen amables, nada bruscos. Mudasir no es hindú, es musulmán, como la mayoría de habitantes en Cachemira, una de las principales causas del conflicto, a parte de intereses políticos y económicos. A pesar de su juventud, es increíblemente maduro. En la vida ha tenido que tomar decisiones que le han curtido de una manera no natural, sino forzada por las circunstancias. Esos ojos que traspasan, también irradian tristeza y resentimiento. Cuando habla, con ese ritmo lento y pausado pero directo, no puede evitar hacer constantes menciones a su tierra reprimida y doblegada a la voluntad del gobierno de la India. Los pensamientos y alusiones a su identidad nacional no le dejan ser feliz. Mudasir, no puede ser feliz. Añora su tierra, su familia, y sobre todo, añora la libertad para su pueblo. Demasiado joven para tanto desgarro, pienso yo. Mudasir me presenta a otros chicos que, como él, son de Cachemira y están de paso en Nepal a la espera de tiempos mejores. Todos, todos tiene en la mirada esa mezcla de añoranza, melancolía, odio y rencor. Todos son jóvenes, no mas de 25 años tendrá el mas mayor. Me siento con ellos mientras tomamos un te y charlamos. Tienen muchas ganas de explicarse. De transmitir lo que sienten y lo que esta pasando en Cachemira. Ese eterno conflicto que aparece de vez en cuando en nuestras noticias para recordarnos que al igual que hace 5, 10, 15 años, esa tierra sigue sin vivir en paz. Todos se muestran exaltados culpando al gobierno Indio de los jóvenes que siguen muriendo sin causa alguna. Por eso ellos ya no están allí. se sienten cerca, querrían ir, pero no pueden.
Me despido de los compañeros de Mudasir y nos dirigimos a su pequeña habitación alquilada donde me ha invitado a cenar. Mientras cocina, ha comprado carne para acompañar el omnipresente arroz, al corte halal como mandan sus cánones, me va explicando y describiendo con todo detalle lo bonito que es su país, como a él le gusta llamarlo. Sus montañas nevadas contrastando con el verde de prados, valles y colinas. Sus lagos, sus ríos, sus primaveras floreadas. Sus típicas casas flotantes, donde no dormirse uno es imposible gracias al constante y suave mecer del agua. Me insiste que mire en google fotos de Cachemira. De hecho, alguna imagen había visto alguna vez, pero lo que de repente ven mis ojos, me dejan con ganas de mas. Sabía, pero no conocía. Simplemente hermoso. Y mientras él sigue, y sigue hablando sobre las bondades de su tierra y describiéndome imágenes y escenarios con tanta emoción que sus ojos se van humedeciendo y abrillantando por momentos, en mi imaginario van apareciendo nuevos paisajes, nuevas tierras, nuevas gentes que me gustaría descubrir y encontrar en mi camino alguna vez. Si, Cachemira esta dentro de mi ya y será difícil sacarla. A lo mejor, cuando Mudasir pueda volver a su tierra, será un buen momento para un reencuentro entre él y yo. Y que mejor lugar podría haber en el mundo para ello que en Cachemira, su tierra y en su casa familiar flotante del lago Dal en Srinagar. O porque no, en las montañas de Gulmarg. O en los lagos de Pahalgam...
Cualquier sitio se me antoja ya, inolvidable.
Está sentado frente la pequeña tienda de fulares y complementos de la india que regenta, en un callejón de Pokhara que te lleva directamente al lago Fewa. Lleva un año viviendo en Nepal. Huyó de su tierra, Cachemira, en el norte de la India, una región en continuo y perpetuo conflicto entre este país y Pakistán. Sus rasgos son aguileños, propios de la zona, pero con una sutileza que los hacen amables, nada bruscos. Mudasir no es hindú, es musulmán, como la mayoría de habitantes en Cachemira, una de las principales causas del conflicto, a parte de intereses políticos y económicos. A pesar de su juventud, es increíblemente maduro. En la vida ha tenido que tomar decisiones que le han curtido de una manera no natural, sino forzada por las circunstancias. Esos ojos que traspasan, también irradian tristeza y resentimiento. Cuando habla, con ese ritmo lento y pausado pero directo, no puede evitar hacer constantes menciones a su tierra reprimida y doblegada a la voluntad del gobierno de la India. Los pensamientos y alusiones a su identidad nacional no le dejan ser feliz. Mudasir, no puede ser feliz. Añora su tierra, su familia, y sobre todo, añora la libertad para su pueblo. Demasiado joven para tanto desgarro, pienso yo. Mudasir me presenta a otros chicos que, como él, son de Cachemira y están de paso en Nepal a la espera de tiempos mejores. Todos, todos tiene en la mirada esa mezcla de añoranza, melancolía, odio y rencor. Todos son jóvenes, no mas de 25 años tendrá el mas mayor. Me siento con ellos mientras tomamos un te y charlamos. Tienen muchas ganas de explicarse. De transmitir lo que sienten y lo que esta pasando en Cachemira. Ese eterno conflicto que aparece de vez en cuando en nuestras noticias para recordarnos que al igual que hace 5, 10, 15 años, esa tierra sigue sin vivir en paz. Todos se muestran exaltados culpando al gobierno Indio de los jóvenes que siguen muriendo sin causa alguna. Por eso ellos ya no están allí. se sienten cerca, querrían ir, pero no pueden.
Me despido de los compañeros de Mudasir y nos dirigimos a su pequeña habitación alquilada donde me ha invitado a cenar. Mientras cocina, ha comprado carne para acompañar el omnipresente arroz, al corte halal como mandan sus cánones, me va explicando y describiendo con todo detalle lo bonito que es su país, como a él le gusta llamarlo. Sus montañas nevadas contrastando con el verde de prados, valles y colinas. Sus lagos, sus ríos, sus primaveras floreadas. Sus típicas casas flotantes, donde no dormirse uno es imposible gracias al constante y suave mecer del agua. Me insiste que mire en google fotos de Cachemira. De hecho, alguna imagen había visto alguna vez, pero lo que de repente ven mis ojos, me dejan con ganas de mas. Sabía, pero no conocía. Simplemente hermoso. Y mientras él sigue, y sigue hablando sobre las bondades de su tierra y describiéndome imágenes y escenarios con tanta emoción que sus ojos se van humedeciendo y abrillantando por momentos, en mi imaginario van apareciendo nuevos paisajes, nuevas tierras, nuevas gentes que me gustaría descubrir y encontrar en mi camino alguna vez. Si, Cachemira esta dentro de mi ya y será difícil sacarla. A lo mejor, cuando Mudasir pueda volver a su tierra, será un buen momento para un reencuentro entre él y yo. Y que mejor lugar podría haber en el mundo para ello que en Cachemira, su tierra y en su casa familiar flotante del lago Dal en Srinagar. O porque no, en las montañas de Gulmarg. O en los lagos de Pahalgam...
Cualquier sitio se me antoja ya, inolvidable.
Suerte Vai, nos vemos en Cachemira!!!
*a lo largo de la semana que pasé en Pokhara, Mudasir se convirtió en un buen amigo. Para él yo fui su Dae, y para mi, él fue mi Vai. Sin lugar a duda, una de las personas que, a pesar de su juventud, mas me ha impactado de mi viaje...