“El 10 de mayo coroné el techo del mundo, pero el precio que pagué por ello fue terrible”.
Habla Jon Krakauer en el libro Mal de altura, que resume la tragedia del Everest en el año 1996.
'Mal de altura' (Into Thin Air) se ha convertido en una lectura obligada para todo amante de la literatura de montaña, de aventura o de viajes. Un best seller internacional tanto por la calidad de la historia como por el acierto con el que su autor, Jon Krakauer, nos narra lo sucedido.
Qué más se puede decir de una tragedia que conmocionó el mundo de la montaña incluso transcendiéndolo… quizá sólo que merece la pena empaparse de la intensidad de las palabras y el estilo gráfico del autor que consiguen atrapar al lector y nos llevan en este viaje literario hasta el corazón mismo de lo inevitable.
Mal de altura se lee como una buena novela, pero no es ficción.
Krakauer viajó al Everest como corresponsal de la revista Outside online. La intención inicial de la revista era que llegara hasta el campo base para escribir sobre la "comercialización" de la montaña, es decir, la presencia cada vez mayor de expediciones comerciales en el Everest y, en menor medida, en otras montañas. Krakauer solicitó un año de plazo para ponerse en forma e intentar alcanzar la cima.
Krakauer se enroló en la expedición de una de estas agencias, llamada "Adventure Consultants", liderada por Rob Hall. En su libro narra cómo las capacidades de los clientes eran muy diversas, desde los que acudían bien preparados y con experiencia, hasta los que no cumplían ninguno de estos dos requisitos. Hall señaló las 14:00 horas como la hora límite para alcanzar la cima, señalando que el que no lo hubiera hecho a esa hora, debía dar la vuelta. Pero no insistió mucho en ello.
A esa hora, pocos miembros de la expedición habían alcanzado la cima, Krakauer entre ellos. El propio Rob Hall llegó a las 16:00, entre los rezagados, justo detrás de otro grupo compuesto por miembros de la expedición "Mountain Madness", una empresa rival, liderada por Scott Fisher.
Aquella tarde se desató una tormenta que alcanzó a Krakauer cerca ya del campo-4, pero a muchos de los rezagados les alcanzó cerca de la cima. La nieve cubrió las cuerdas fijas y borró la huella abierta en la subida y la ventisca dificultaba la visión. Neal Beidleman, un guía de la expedición "Mountain Madness" logró conducir a tres de sus clientes hasta la seguridad de las tiendas. Desde ellas salió otro de los guías, Anatoli Bukréyev, que rescató a todos los demás, salvo a dos de ellos. Uno de ellos, Beck Weathers, después de haber pasado más de 24 horas en el collado sur a la intemperie en estado comatoso, logró volver por su propio pie, si bien sufrió congelaciones de las que tuvo que ser intervenido. Los líderes de ambas expediciones fallecieron, así como uno de los guías de la expedición de Hall, que salió a buscarle a él y a uno de sus clientes.
En su libro, Krakauer, que admite haber sufrido el síndrome de culpabilidad del superviviente, es muy crítico con la existencia de las mencionadas expediciones comerciales. En su opinión, éstas pasan por alto muchas veces las más elementales normas de seguridad en su intento de captar clientes, a menudo insuficientemente preparados, y llevarlos a la cima. Estas críticas incluían a los experimentados guías de dichas expediciones.
*Wikipédia
en definitiva, un emocionante y estremecedor relato que no deja indiferente a nadie....
Al esfuerzo en la ambientación le acompañan los grandes planos propios de las superproducciones y el efecto realista de la proyección en 3D. En conjunto, el espectador sube hasta alturas complicadas para un equipo de grabación que le hacen preguntarse si lo que ve es realidad o efecto de la mejor tecnología digital.
Habla Jon Krakauer en el libro Mal de altura, que resume la tragedia del Everest en el año 1996.
'Mal de altura' (Into Thin Air) se ha convertido en una lectura obligada para todo amante de la literatura de montaña, de aventura o de viajes. Un best seller internacional tanto por la calidad de la historia como por el acierto con el que su autor, Jon Krakauer, nos narra lo sucedido.
Qué más se puede decir de una tragedia que conmocionó el mundo de la montaña incluso transcendiéndolo… quizá sólo que merece la pena empaparse de la intensidad de las palabras y el estilo gráfico del autor que consiguen atrapar al lector y nos llevan en este viaje literario hasta el corazón mismo de lo inevitable.
Mal de altura se lee como una buena novela, pero no es ficción.
Krakauer viajó al Everest como corresponsal de la revista Outside online. La intención inicial de la revista era que llegara hasta el campo base para escribir sobre la "comercialización" de la montaña, es decir, la presencia cada vez mayor de expediciones comerciales en el Everest y, en menor medida, en otras montañas. Krakauer solicitó un año de plazo para ponerse en forma e intentar alcanzar la cima.
Krakauer se enroló en la expedición de una de estas agencias, llamada "Adventure Consultants", liderada por Rob Hall. En su libro narra cómo las capacidades de los clientes eran muy diversas, desde los que acudían bien preparados y con experiencia, hasta los que no cumplían ninguno de estos dos requisitos. Hall señaló las 14:00 horas como la hora límite para alcanzar la cima, señalando que el que no lo hubiera hecho a esa hora, debía dar la vuelta. Pero no insistió mucho en ello.
A esa hora, pocos miembros de la expedición habían alcanzado la cima, Krakauer entre ellos. El propio Rob Hall llegó a las 16:00, entre los rezagados, justo detrás de otro grupo compuesto por miembros de la expedición "Mountain Madness", una empresa rival, liderada por Scott Fisher.
Aquella tarde se desató una tormenta que alcanzó a Krakauer cerca ya del campo-4, pero a muchos de los rezagados les alcanzó cerca de la cima. La nieve cubrió las cuerdas fijas y borró la huella abierta en la subida y la ventisca dificultaba la visión. Neal Beidleman, un guía de la expedición "Mountain Madness" logró conducir a tres de sus clientes hasta la seguridad de las tiendas. Desde ellas salió otro de los guías, Anatoli Bukréyev, que rescató a todos los demás, salvo a dos de ellos. Uno de ellos, Beck Weathers, después de haber pasado más de 24 horas en el collado sur a la intemperie en estado comatoso, logró volver por su propio pie, si bien sufrió congelaciones de las que tuvo que ser intervenido. Los líderes de ambas expediciones fallecieron, así como uno de los guías de la expedición de Hall, que salió a buscarle a él y a uno de sus clientes.
En su libro, Krakauer, que admite haber sufrido el síndrome de culpabilidad del superviviente, es muy crítico con la existencia de las mencionadas expediciones comerciales. En su opinión, éstas pasan por alto muchas veces las más elementales normas de seguridad en su intento de captar clientes, a menudo insuficientemente preparados, y llevarlos a la cima. Estas críticas incluían a los experimentados guías de dichas expediciones.
*Wikipédia
en definitiva, un emocionante y estremecedor relato que no deja indiferente a nadie....
20 años después, basado en este libro, se ha estrenado 'EVEREST, the movie'.“Es de lo más conseguido en películas de montaña”, opinaba Ramón Portilla, “la ambientación es muy real”.“La montaña es un 95% de sufrimiento y 5% de placer”, dice Jesús CallejaLos paisajes de las escenas son uno de los puntos fuertes de la adaptación al cine. Aunque la película está dirigida al público general se ha esforzado por agradar al montañero con planos que colocan en su sitio los picos que rodean al Everest. Entre lo mas valorado está la secuencia aérea que arranca desde el Lhotse, muestra el Collado Sur y avanza hasta la pirámide final de la montaña que protagoniza la película. También el Escalón Hillary se ha recreado con cuidado para generar una sensación de realidad incluso para quien lo ha tenido delante alguna vez.
“Hacia el sur, allá donde una hora antes el cielo había estado absolutamente despejado, un manto de nubes ocultaba ahora el Pumori, el Ama Dablam y los otros picos menores que rodean el Everest […] ¿Por qué unos guías avezados siguieron ascendiendo, empujando a una manada de deportistas relativamente inexpertos (cada uno de los cuales había pagado hasta 65.000 dólares para que lo llevaran sano y salvo hasta el Everest) hacia una trampa mortal? Nadie puede hablar por los dos jefes de las expediciones implicadas en el episodio, porque ambos están muertos, pero estoy en condiciones de asegurar que en la tarde del 10 de mayo nada sugería que se avecinara una brutal tempestad”.
*fotos Nepal 2013
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